Instalación de una sauna finlandesa en Portugal: el montaje que cambió mi forma de ver el trabajo – 2025

Instalación de una sauna finlandesa en Portugal: el montaje que cambió mi forma de ver el trabajo – 2025

Cuando me ofrecieron viajar a Portugal para instalar una sauna finlandesa, no imaginaba que aquella experiencia cambiaría por completo mi percepción del trabajo. No fue solo una simple instalación técnica: fue un viaje lleno de paisajes, aprendizajes culturales (lo de mas entre trabajadores de diferentes países) y desafíos que me sacaron de la rutina.

Desde las carreteras interminables hasta el momento en que la sauna comenzó a calentar su primer vapor en suelo portugués, esta aventura me enseñó que el trabajo puede ser mucho más que una tarea diaria: puede ser una forma de vivir.


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Nuestra furgoneta ya estaba cargada y lista el día anterior. A las 7:35 en punto arrancamos. Por delante, casi 640 kilómetros. Destino: Cascais.

La primera parte del viaje no tuvo mucho de épico. Carretera, carretera… y más carretera. España central es maravillosa para muchas cosas, pero no necesariamente para inspirarse en el paisaje. Kilómetros y kilómetros de llanuras verdes, montañas, estaciones de servicio casi clonadas entre sí, y esa luz intensa que te acompaña incluso cuando no la quieres.

Lo que sí sorprende – para bien – es la eficiencia de la red de carreteras. No hay tráfico, no hay curvas cerradas, no hay sorpresas. Solo avanzar. Un tipo de monotonía que te permite pensar, escuchar música, o simplemente dejar que el viaje te lleve.

Pero justo cuando pensaba que el día sería aburrido, algo inesperado apareció en el horizonte. Un convoy militar, con varios tanques Leopard impresionantes, avanzaba lentamente por la autopista. Ver esos gigantes de acero en medio de la carretera fue un espectáculo que rompió con la rutina del viaje. Saqué algunas fotos rápido, porque estas cosas no se ven todos los días. Por un momento, la aburrida autopista se transformó en una pasarela digna de una película de acción. Sin duda, un recuerdo que guardo con gusto de esta ruta hacia Portugal.

Evitamos Badajoz y entramos en Portugal. Allí, por supuesto, nos esperaba la primera sorpresa: la autopista de peaje, y no un peaje cualquiera. Por unos 170 km de “trayecto aburrido”, tuvimos que pagar nada menos que 32,50€. ¡Y eso fue solo el principio! Peajes cada pocos kilómetros, cada uno con su tarifa distinta: 4,80 €, luego 3,50 €, 3,70 €… El sistema de peajes portugués es una verdadera prueba para el bolsillo del conductor.

Justo antes de entrar al imponente puente Vasco da Gama, uno de los más largos de Europa, a la derecha pasamos junto al enorme monumento al Cristo Rey (Cristo Rei), que desde lo alto bendice la zona. El puente se extiende sobre el amplio río Tajo. En la superficie, como si no se notara, un enorme crucero navegaba tranquilo. La tecnología es un tema fascinante. ¡Tantas toneladas y no se hunde!

Cuando finalmente salimos de la autopista, fue como si nos trasladáramos a otro mundo – de las grandes carreteras al paisaje rural, donde el tiempo parece fluir más despacio y la naturaleza circundante recuerda que Portugal es un país lleno de contrastes y sorpresas.

Llegamos al lugar. Descargamos el vehículo, los materiales, los cristales, las puertas. En cuestión de minutos, todo estaba ya en el sitio de montaje. El montaje en sí no presentó grandes dificultades, pero lo que más tiempo llevó fue el correcto posicionamiento y ajuste de los ángulos, es decir, la alineación precisa de todos los elementos para que encajaran perfectamente en su lugar. Una vez que todo estuvo perfectamente alineado y nivelado, la estructura quedó lista para pasar a la fase de acabado final.

Todo esto quedó para el día siguiente. Cascais es una localidad turística, y no esperábamos que encontrar un hotel – y además a un precio razonable – nos llevara casi dos horas. Los precios por noche comenzaban de 300€ y… prácticamente todos los hoteles estaban llenos. Finalmente, conseguimos una habitación en el Cascais Hotel, aunque tuvimos que aparcar la furgoneta bastante lejos.

Así que a las 9 de la noche no había mucho para ver, pero aun así logré sacar algunas fotos por los alrededores.

Al día siguiente solo quedaba terminar los acabados y conectar la instalación eléctrica. El resultado podéis verlo abajo.

Y así terminó nuestro viaje…

Montar esta sauna en Portugal fue un desafío, pero también una muestra del poder del trabajo en equipo, la paciencia y la pasión por lo que hacemos. Cada proyecto es único, y este me dejó con ganas de seguir explorando y aprendiendo en cada nueva experiencia.

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